viernes, 22 de agosto de 2014

"Desayuno sobre la hierba" escrito por un contemporáneo.

"Desayuno sobre la hierba" ("Le Déjeuner sur l'Herbe"), Manet.

Unas manos femeninas sacaban un libro de una estantería de una pequeña librería de París. De pronto, unas hojas de papel pautado se deslizaron de él. No aparece ninguna figura musical en ellas, sólo estas líneas:


Corría el año 1863 en París. Desde siempre había sido aficionado al arte, pero más desde mi etapa universitaria, cuando me trasladé a la ciudad de los enamorados para estudiar Historia del Arte en la Sorbona. Era la ciudad perfecta para imbuirme en el mundo cultural y artístico, pues era bien conocido el ambiente bohemio que allí se respiraba.
Quería conocer a los artistas y su mundo interior, quería conocerlo todo. Como siempre pasa en el arte, encontré que había generaciones contrastadas por sus diferentes estilos, sus diferentes visiones. Pero, a grosso modo, se dividían en los jóvenes y el resto. Los pintores más mayores ya resultaban un tanto repetitivos y yo, como muchos, tenía ganas de novedad, de un avance en el arte. ¿A dónde se dirigía la pintura?  Había convulsión, barruntos de ruptura con lo convencional pero no sabíamos dónde acabaría todo.

Me rodeé de personas muy interesantes. Bastaba con conocer a uno para acabar entrando en su círculo de amistades, que te llevaban, como las ondas que se forman al lanzar una piedra al lago, de pintores a músicos y literatos. Ciertamente, había que tener fe en los artistas de mi generación, casi una fe ciega, pues el jurado del Salón Oficial de París no los veía con buenos ojos y los mayores, con recelo…

Pero cuando llegó a mis oídos la existencia del Salon des Refusés no me lo pensé dos veces y acudí a ver esas pinturas que tanta polémica suscitaban. Al llegar, había una inmensa cantidad de gente, todas muy bien engalanadas, como queriendo que recordáramos su presencia en un evento de la élite cultural de tal calibre como éste.


El cuadro que más me llamó la atención fue "Le Déjeuner sur l´Herbe", de Édouard Manet. Casi no había gente cerca de él, por lo que pude observarlo con detenimiento. Las mujeres lo miraban sorprendidas de reojo,intentando que sus hijos no se dieran cuenta y enfadándose si sus maridos lo miraban como ellas. Después, tiraban de los pequeños hacia otro cuadro para no escandalizarles. Era un cuadro gracioso, y nunca mejor dicho. Me impresionó la osadía de Manet que, en una escena cotidiana aparentemente tan inocente, entre hombres bien vestidos introdujera de la manera más natural, una mujer desnuda. Eso se podía admitir en una escena mitológica, pero no aquí…eran las normas del decoro...
 
"Este año otra vez Venus", Daumier, 1845.

Otro rasgo que rompía con lo establecido y era un signo de modernidad, era el formato considerable del cuadro. Normalmente, las escenas históricas y mitológicas son pinturas de gran formato y las escenas de género, más pequeñas, por ser considerados géneros menores. Es cuestión de jerarquía de valores. Pero he aquí que una escena cotidiana se pintaba como si fuera algo memorable y grande. ¿Qué quiere decir esto? Creo que la mentalidad de nuestro siglo cabalga hacia un siglo XX en el que se resalte lo cotidiano, sin fastuosidad, y se desacralice la sociedad… ¡lo que daría por poder vivirlo!

Pero más allá del tema estaba la factura, la cual las personas remilgadas, que eran la inmensa mayoría de la sala, no alcanzaban a apreciar por su cerrazón ante el primer impacto. Pero es que uno debe saber que, como dijo más tarde Emile Zola sobre este escándalo de 1863:”Los pintores, y especialmente Édouard Manet, que es un pintor analítico, no comparten la obsesión de las masas por el tema: para ellos, el tema es solo un pretexto para pintar, mientras que para las masas solo existe el tema”. 

No venía firmado. 

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